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lunes, 8 de octubre de 2018

Para leer más autoras hay que traducirlas (III): Tatiana Arfel

Desde hace unos años, se celebra en octubre la iniciativa #LeoAutoras para reivindicar el papel de la mujer en la literatura. Desde que surgió esta campaña, yo misma también me he dado cuenta de que hay que leer a más autoras y hacerlo ha aumentado muchísima la calidad de mis lecturas. Pero este año me gustaría participar en en #LeoAutoras de otro modo, como traductora, y es que para poder leer más autoras, necesitamos #TraducirAutoras.

A alguien se le están acumulando los libros
en la pila de pendientes para el #LeoAutoras
El inglés domina la mayor parte del panorama editorial, la mayoría de textos que se traducen al español provienen de esta lengua. Pero eso no significa que en otros idiomas, como en francés, haya una literatura muy rica. Por eso la autora que os traigo hoy viene del país vecino, como dicen en los telediarios, Francia.

L'attente du soir [Esperando la noche] de Tatiana Arfel

Tatiana Arfel es una escritora francesa, psicóloga y graduada en literatura moderna. Debutó como escritora con esta obra, L'attente du soir, y el público la acogió con locura. Fue un gran éxito y ¡ganó seis premios! ¡Seis!
  • Premio del Salón de la primera novela de Draveil en 2009
  • Premio Emmanuel Roblès en 2009
  • Premio Alain-Fournier en 2010
  • Premio de los académicos Genêts de Bron 2009-2010
  • Premio al joven talento literario de los clubs de lectura de Saint Germain en Laye en 2010
  • Premio Biblioblog en 2010

L'attente du soir es una historia tierna y cruda a la vez. Es una novela de tres personajes solitarios, tres marginados de la sociedad: el payaso de circo viejo, la mujer gris y el niño abandonado. Cada personaje narra su historia, su punto de vista, y lo genial de Tatiana Arfel es que adapta su estilo de escritura a cada personaje perfectamente. Además, es una obra muy visual, muy plástica. Su forma de transmitir los colores es casi como ver un cuadro con la pintura aún fresca.

Giacomo, el viejo payaso de circo, domador de caniches y compositor de melodías perfumadas siempre ha vivido en el circo, carece de contacto con el mundo exterior y se siente un extraño la única vez que sale del campamento del circo. Su único objetivo en la vida es escapar de la Suerte, una presencia, imaginaria o  real, que lo atormenta y amenaza al destino del circo, que es el suyo. Por fuera es un payaso, pero las muertes, la melancolía y el destino del circo lo afligen cuando se desmaquilla.

La mujer gris es una de esas personas que pasan desapercibidas, a las que nadie ha mirado a los ojos nunca. Ni siquiera en casa. Ni siquiera en el trabajo. Su mayor miedo es el gran vacío blanco, un vacío que solo consigue sobrellevar recitando tablas de multiplicar. Un vacío que solo desapareció durante unos segundo cuando sostuvo a su hijo recién nadie en brazos, antes de que se lo arrebataran. Ahora está vacía por fuera y por dentro. La mujer gris va por la vida sin tocarla y sin que esta la toque a ella.

La tercera voz es la del niño. Habla de sí mismo en tercera persona, con un lenguaje sencillo y profundo a la vez, capaz de transmitir con ternura los momentos más duros de la vida y la soledad. El  niño descubre el mundo a través de los colores: los sentimientos, las emociones, los gestos, las acciones, las personas... a falta de palabras, todo lo identifica con colores. La alegría es color amarillo y rojo, porque llena el corazón; la tristeza, de color morado. El niño también aprende a transmitir el mundo que percibe con colores a través de la pintura. Realiza sus obras de una forma muy primitiva con los desechos que encuentra en las bolsas de basura mientras busca con qué callar a su estómago.

Lo que tienen en común estos tres personajes es que necesitan encontrarse, no solo para paliar su soledad e integrarse en una comunidad, sino también para encontrarse a sí mismos.

Giacomo llega un buen día a una ciudad donde el ayuntamiento le permite asentarse en un descampado abandonado que los vecinos utilizan como estercolero. Puede permanecer ahí todo el tiempo que quiera, siempre y cuando mantenga limpio el lugar. Allí encuentra unas pinturas muy rudimentarias pero de gran calidad artística y profundidad sentimental que le hacen sentir afinidad con su autor, siente que debe pertenecer al circo. El niño no tarda en aparecer, en comunicarse con Giacomo a través de las pinturas, hasta que un día, casi sin darse cuenta, se convierte en uno más de la pequeña familia del circo. El cariño que Giacomo siente por él le ayuda a superar su miedo a la Suerte o, más bien, a saber afrontarla y poder mirarla un día a los ojos.

Los caniches amaestrados dejan de ser la atracción principal del circo y mucha gente acude para que el niño les haga un retrato. Sabe leer sus colores, interpretarlos y sacar con sus pinceles la verdad de los personajes. Pero cada vez le cuesta más pintar, debe evitar que una gran sombra gris aparezca en sus cuadros...

No es otra que la mujer gris, la madre que nunca tuvo, que llega al circo atraída por algo que no conoce sin saber muy bien qué está buscando, sin saber muy bien que ahí puede estar la solución al vacío blanco y a la sombra gris.

El libro acaba cuando el niño acepta ver a la mujer gris, pues antes incluso que ella, Giacomo ya ha adivinado quién es.

Es una historia muy tierna y dura a la vez. Puede parecer una estructura simple, tres personajes que se tienen que encontrar, pero en realidad la forma en que está narrada cada parte del relato es lo complejo de la obra. Cómo se van entrelazando las historias, cómo cambia el ritmo de la narración, cómo se nos trasmite ese mundo de colores, de blancos, de grises, de perfumes. Es una gozada para los sentidos.


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