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miércoles, 7 de febrero de 2018

Cinco trucos para aumentar la productividad del traductor

Como traductores, muchas veces nuestro objetivo es poder sacar más trabajo adelante con mejor calidad, es decir, aumentar nuestra productividad. No existe una fórmula mágica para aumentar nuestra productividad, salvo traducir y traducir para ser mejores, como el lobo del cuento que sopló y sopló y la casa de los tres cerditos derribó.

En realidad la productividad es algo muy personal y al final cada uno acaba encontrando sus trucos y fórmulas mágicas, al igual que acaba encontrado un estilo propio y una forma de trabajar. Sin embargo, como todo en la vida, siempre podemos escarmentar en cabeza ajena. Estamos aquí, compañeros traductores, para aprender los unos de los otros, por eso os quiero contar los trucos que a mí me han servido en los últimos años para aumentar la productividad.


1. Encontrar las horas más productivas


Unos somos animales nocturnos y a otros nos ayuda madrugar, pero lo importante es tener claro cuáles son nuestras horas más productivas, así como las menos improductivas. Muchas veces se saca adelante más trabajo en tres horas productivas que intentando trabajar durante cinco horas en las que nuestro cerebro nos está diciendo claramente que no, que está a otras cosas.

Yo he sido muchos años ave nocturna, pero de repente un día me di cuenta de que cuanto antes me ponía a trabajar, más productiva era y a partir de ciertas horas (sobre todo por la tarde, después de comer) era imposible sacar 450 palabras a la hora.

2. Tener un entorno de trabajo agradable

La postura al sentarse, la altura de la pantalla, la comodidad de la silla, la luz... De todo esto ya te han hablado, sin duda, pero también más allá. Un entorno de trabajo agradable también tiene que ser un entorno que nos inspire, que nos resulte agradable. Puedes hacer que tu mesa de trabajo sea más agradable con un peluche, una taza bonita, tus cajitas de té favoritas... Lo importante es que no sea un entorno que te estrese solo por el mero hecho de estar ahí.

A mí incluso algunas veces me ayuda coger mis bártulos e irme con la traducción a otra parte. Por ejemplo, la cocina me inspira muchísimo para escribir y también para traducir. Recuerdo una vez que había hecho bizcocho y toda la cocina olía como debe de oler el cielo. Yo estaba atascada en el escritorio, así que cogí el portátil y me fui a la cocina. Mano de santo.

3. Desconectar del correo, del móvil y de las redes sociales

El mundo no se acaba porque dejes el correo unas horas sin atender o no estés pendiente del móvil 24/7. De verdad. Lo mejor es fijarse unas horas para contestar el correo, por ejemplo por la mañana antes de ponerte a traducir, o por la tarde cuando des por finalizada la jornada. Yo aprovecho esas horas en las que sé que soy menos productiva.

Cuando trabaja en call center nos pedían que tuvieras las notificaciones de escritorio del correo activadas y me parecía una tortura. No solo el correo acababa pareciendo un chat y la gente acababa dando por supuesto que estabas ahí pegado esperando que te escribieran, sino que no podías concentrarte y llevar un buen ritmo en el resto de tareas. Me alegro enormemente de haber tomado esa decisión de dejar unas horas fijas para contestar y enviar correos, hasta para pasarme por Twitter, me permite sacar adelante mucho más trabajo.

Sé que cuando se es autónomo es muy difícil despegarse del móvil, pues crees que puedes perder un encargo si no contestas en menos de un minuto, pero también es importante educar al cliente. Quizás si tienes que responder en menos de un minuto a un encargo no te conviene... pero de eso ya hablaremos otro día. No esperes a ver de reojo una notificación en la tapa de un yogur para aparcar el móvil unas cuantas horas y concentrarte en el trabajo. True story.

4. Descansar

Es importante descansar y sobre todo desconectar el cerebro para ver las cosas con claridad. En traducción muchas veces apartarse del texto nos ayuda a ver las cosas con otros ojos, por eso es importante hacerlo antes de saturarnos demasiado.

A mí me ayuda muchísimo a traducir más marcarme descansos. Cada 1.000 palabras como máximo intento hacer algo: me levanto y voy al baño, estiro las piernas, me hago un café o un té, como algo, salgo a la calle y doy una vuelta a la manzana, me pongo mi canción favorita, tuiteo algo... Todo ayuda y es importante que nuestro cerebro descanse y se olvide por un momento de lo que estaba haciendo. Y tu espalda también te lo agradecerá.

Pero no solo hay que descansar mientras trabajas, sino después del trabajo. Queda con los amigos a tomar una cerveza, vete al gimnasio, sal a pasear, ponte una serie, olvídate del reloj y dedícale tiempo a esa novela que te tiene enganchado... En definitiva, apaga el cerebro y tómate tiempo para ti. Parece obvio, pero esto me ha salvado de la locura más de una vez.


5. Fijarse plazos, límites y objetivos

Es mejor organizarse que ponerse a traducir a salto de mata, como quien dice. Una vez sepas tus horas productivas, fíjate un horario, por ejemplo de 8 a 15. Calcula las palabras que puedes sacar en esas horas y fíjate ese plazo para el día, con lo que también te podrás fijar una fecha realista de entrega del proyecto. Además, yo siempre digo una semana o dos de margen para revisar algunas cosas y capear los imprevistos que me puedan surgir.

Puede que un día hagas más palabras de las que te has propuesto y puede que otro te falten 500, pero tu cerebro no puede más. Si no puedes más y falta media hora para que termine tu jornada, descansa, es lo mejor, de verdad. Tenemos que saber medir nuestras fuerzas y saber cuándo parar.

Repito, no existe fórmula mágica. Estos son algunos trucos que a mí me han ayudado a traducir más y mejor, y a no perder la cabeza en el intento. Espero que os sirvan y si tenéis algún as en la manga, no dudéis en compartirlo con los demás :)

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