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jueves, 31 de diciembre de 2020

Lo que he aprendido en 2020

Cuando empecé a trabajar como autónoma, me propuse una cosa sobre todas las demás: aprender de mis errores (podéis cotillear la entrada aquí). Así que más que balance de fin de año, me gusta recordar las cosas que han ido mal y extraer una enseñanza o propósito de todo ello. No me refiero a cosas abstractas como ser mejor persona, sino a cosas concretas como profesional. Aunque sea algo tan básico como establecer unos horarios de trabajo.


Por ejemplo, del balance de 2018 una de las cosas que saqué en claro es que tenía que reducir el estrés de una vez por todas. No solo estaba dominando mi vida profesional, sino mi vida privada, y me impedía avanzar en muchos aspectos (parece que hablo como un libro de autoayuda, pero lo que te cuento es cierto).

El balance de 2019 no lo publiqué en el blog, pero con lo extraño que ha sido 2020 me apetecía volver a hacerlo. Parece que está mal decirlo, pero en general yo tengo la impresión de que ha sido un año de los buenos. Sí, han pasado cosas malas y cosas desagradables, pero estamos todos bien y al final siempre hay que quedarse con las cosas positivas.


La verdad es que el principio de año fue flojito. Desde octubre tenía reservada una semana de enero para un proyecto muy chulo de subtitulado para una obra de teatro en directo, pero al final no salió adelante y acabé medio enero casi casi de brazos cruzados. Luego en febrero la cosa también estuvo muy parada. Febrero fue más un mes de búsqueda, de hacer contactos, de tomar cafés con editoras y editoras...

En realidad, en febrero se fraguaron todos esos proyectos que me acabaron explotando en la cara (en el buen sentido). Marzo estuve trabajando a tope en muchísimas cosas, llegué a estar traduciendo tres libros al mismo tiempo, haciendo malabares con las correcciones y las clases en la academia. De hecho, cuando llegó el confinamiento en cierto modo lo agradecí porque pude organizarme mejor.

Antes del confinamiento, aprovechaba las horas libres entre clases para traducir y desde el confinamiento me dije que lo primero era la traducción y luego las clases. Me di cuenta de que, si me contagiaba y no podía traducir, era malo para mi negocio y mi negocio (la traducción) tenía que ir antes que el negocio de otra persona (la academia). Así que ahí fue cuando aprendí a priorizar.

También con el confinamiento aprendí a establecer una rutina de trabajo de una vez por todas, a ponerme a trabajar delante del ordenador aunque no tuviera un proyecto. Porque hay mil cosas que tenemos que hacer aparte de traducir: hacer facturas, buscar clientes, ordenar glosarios, escribir emails, formarse... Antes hacía las cosas el día que hacía falta, no me organizaba para nada. Ahora me organizo desde el principio de semana los proyectos, las clases y las tareas extratraductoriles. Ahora también tengo un horario fijo y una rutina que me ha mantenido cuerda todos estos días y me ha ayudado muchísimo a reducir el estrés (el yoga también ha ayudado, para qué mentirnos).


Y desde marzo, los proyectos no han parado de llegar. Tuve una pequeña tregua en julio-agosto y ahora en diciembre. Pero he estado tan inmersa en el trabajo que hasta que no he bajado un poco el ritmo (solo bajar el ritmo, porque sigo con proyectos), no me he dado cuenta de cuánto necesitaba descansar y pasarme una tarde entera leyendo en el sofá.

Desde mayo, he tenido que añadir a la rutina de trabajo todas las tareas de la secretaría de ATRAE, más las tareas que ya hacemos en la comisión de Formación. La verdad es que desde fuera no lo parece, pero en las juntas de las asociaciones se curra un montón. Y lejos de suponer estrés, me está resultado un trabajo muy gratificante en el que también aprendo muchísimo.

En 2020 también he conseguido muchos clientes nuevos y en 2021 queda hacer la parte más difícil: mantenerlos. Cuando empecé de autónoma, me proponía a principio de año conseguir un cliente nuevo (o cinco, fue mi propuesta a finales de 2019), pero ahora me he dado cuenta de que no solo es importante conseguir clientes, sino mantener a los que ya tenemos.

También este año me he ido desprendiendo en cierto modo de los clientes que tardan en pagar o que tienen un trato difícil y al final es un tanto frustrante trabajar con ellos. Empecé 2019 cortando por lo sano con los clientes a los que tenía que ir detrás reclamando facturas de manera constante. Es comprensible que alguna vez haya retrasos en los pagos por cualquier motivo, todos somos humanos, pero si todos los meses hay que insistir o tienen la jeta de suspender pagos por el estado de alarma..., mejor dejar esos clientes atrás.

Hacer esa criba fue duro en 2019, sobre todo a finales de año, pero es un esfuerzo que se ha compensado con creces en 2020. No solo he cobrado a tiempo y sabía cuándo iba a disponer de mi dinero, sino que además he ganado más, porque el tiempo que no he dedica a clientes que no valen la pena, lo he podido dedicar a esos clientes que sí valen la pena.

2020 también ha sido un año de muchas subidas de cuota de autónomos (¡cómo olvidarlo!) y 2021 me sube el IRPF y se acaba la cuota reducida. Por eso también este año no he dejado pasar los buenos proyectos y los buenos clientes. He estado trabajando cual hormiguita por si en 2021 me toca ser la cigarra.

En lo personal, por no parecer tan workaholic como en realidad soy, también empezó siendo un año difícil pero también se ha acabado compensando con creces. Tuve que pasar el confinamiento sola con mi gato en Madrid porque a mi pareja le salió trabajo en otra ciudad y el estado de alarma nos dejó separados y con una mudanza pendiente (guion de peli de tarde, lo sé). Pero la desescalada nos permitió movernos, encontrar un piso bueno, bonito y barato en el barrio que queríamos y desde entonces todo ha sido una burbujita de paz. Los primeros días no me creía que estuviera viviendo en una ciudad pequeñita, tranquila, paseando por el río con cero estrés. He notado mucho el cambio de ritmo respecto a Madrid, aunque yo esté en mi casa trabajando, y mi estabilidad mental también lo agradece.

En resumen, ¿qué he aprendido en 2020?

  • He aprendido que no solo hay que conseguir los logros, sino mantenerlos. Esto vale para los clientes que hay que mantener, pero también para esa rutina que tanto me ha costado conseguir y ese estrés que tanto me ha costado mantener a raya.
  • He aprendido a priorizar, qué es realmente mi trabajo y qué no.
  • He aprendido que los buenos clientes son buenos por muchas cosas: plazos, trato, tarifa y pago. Y todo es importante.
No quiero ser ambiciosa con 2021, creo que ya le estamos pidiendo demasiado y que cuanto más esperamos de algo, más nos decepcionarnos. Por eso mi único objetivo para 2021 es mantenerme. Mantener mis clientes, mantener mis rutinas, mantener la cordura, mantener mis ingresos. Mantener todo lo que tanto me ha costado conseguir. Tres años como autónoma, concretamente.

A quienes habéis llegado hasta aquí, espero de todo corazón que de 2020 solo quede lo bueno y que 2021 compense todo lo malo. ¡Ánimo y a por el próximo año!

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